Cuando era pequeña tenía una caja donde guardaba los recuerdos de mis viajes con mi tía, luego tuve otra para los que hice con mi marido. Ahora los guardo aquí.

¡¡¡ NUEVO !!! REPETIMOS PATRITE - JIMENA

Alaska

Viajar por primera vez a un transatlántico, en el que sólo 24 personas entre 3000 hablan tu idioma, para realizar un crucero por un destino tan poco habitual provoca, al menos en mi, una excitación muy fuerte: Subir al barco, tan grande, entrar al camarote con la ventana al mar, seguir las instrucciones en inglés, hacer el simulacro de evacuación y por fin subir a la cubierta principal para despedirnos de Vancuver y adentrarnos en el océano Pacífico. Detrás América, delante China, la espalda del Mapamundi, futura representación del Mundo en los libros y nosotros allí en un costadito, rumbo a la última frontera:





Alaska
Navegamos durante siete días por el Pasaje Interior, paralelos a la costa norte del oeste de Canadá pero en territorio americano a bordo del msZuiderdam. El pasaje muy tranquilo, la mar calmada casi toda la singladura, todo comodidad y confort, nada parecido a los viajes que realizaban los buscadores de oro de la época del Gold Rush, en la que cualquier barco se fletaba para tan peligrosa travesía. Si has leído sobre el tema estás intranquilo: sabes que las islas del oeste te protegen del clima y las aguas del Pacífico, que no estás perdido en el frío un mar abierto, pero el desasosiego puede llegarte desde el interior: numerosas rocas forman parte del escarpado relieve del fondo marino de este pasaje que, junto con las amplias mareas provocaron múltiples accidentes entre los inexpertos buscadores de finales del  XIX, el ímpetu de estos hombres les llevó incluso a volar algunas de estas rocas sumergidas. Aguas tranquilas que en otro tiempo sepultaron a muchos hombres y a sus ilusiones.
En cualquier caso me siento segura y agradecida al esfuerzo de tantos antepasados que a lo largo de toda la historia han hecho posible que yo viva mejor. Y en estos pensamientos sigo en cubierta "mirando al mar" pero no tengo que soñar, el sueño está allí, delante de mi. Añoranza sí que tengo.





En la proa, protegida tras los cristales, desde las 6 o 6,30 de la mañana, después de tomar un café y antes de desayunar con mis amigas al calorcito del restaurante, comiendo como si no fuésemos a poder hacerlo en los próximos días.
A veces sola, a veces me acompaña alguien que hace Tai-chi o fotografías, igual que yo, aguantando el frío, mirando la lámina de plata del océano, el aceituna, verde y morado de las montañas y el, nunca mejor dicho, blanco roto de los glaciares. Desde el amanecer hasta el atardecer era donde más me gustaba estar. A comer junto a las cristaleras y algún bañito que otro en la piscina o en el jacuzzy de alguna de las cubiertas.
Contemplando el paisaje... Canadá a estribor, el Pacífico y China a babor, Alaska al norte... Qué lejos de casa... 10 horas de diferencia!





Atracamos en tres ocasiones durante el crucero.
La primera vez que pisamos tierra fue en Juneau, capital del estado, pero antes navegamos por Tracy Arm disfrutando de los fiordos y por el glaciar Sawyer (fotos) donde vimos los primeros icebergs. Después aprovechamos para embarcarnos en una nave más pequeña y acercarnos a navegar entre ballenas en Saginaw (fotos). Con aire muy frío en la cara pero, como siempre, aguantando en cubierta fuimos disfrutando del maravilloso paisaje de aguas en calma, altas montañas, nieve y nubes ascendiendo desde las cumbres como ceniza de volcán hasta que nuestra mirada quedó atrapada en el agua esperando ver un chorro de agua o una aleta o dos o tres y también alguna cola. Muchas fueron las ballenas que vimos y mucho lo que disfrutamos. El sol se impuso y tanto nosotros como los leones marinos que dormitaban en las boyas pudimos disfrutar de algo de calor que aumentamos con un chocolate calentito y unas pastas ya dentro del barco. (Vídeo ballenas)
Apenas nos dio tiempo a visitar la ciudad, alguna tienda y poco de esta capital porque aprovechamos para visitar el glaciar Mendelhall (fotos) dando un paseo por un sendero que parte desde el centro de interpretación y se acerca hasta los pies de la catarata que vacía el lago que se encuentra arriba y que no pudimos ver. Junto a ella la enorme lengua glaciar deshaciéndose en icebergs que flotan en las heladas aguas. La orilla tapizada de antiquísimos derrubios y till.
Y de vuelta al barco más que contentas.
Rumbo a Skaway y vuelta a la magia de la niñez de paseo y de compras por sus calles, idénticas a las del pueblo del oeste que tenía mi hermano cuando era pequeño. Todas sus casas siguen el mismo patrón que las del juguete y recuerdan la época de la fiebre del oro que dio lugar al desarrollo de este y otros asentamientos de la zona.
Nuestra actividad allí, consistió en realizar un tramo del interminable y durísimo Withe Pass, el Chilkoot trail, caminando cómodamente por un espeso bosque lleno de bayas venenosas, marcas de oso en la corteza de los árboles, patos y águilas de cabeza blanca. La vuelta en balsa por el Taiga river, llenito de salmones, con te y ración extra de cookis por sacar la balsa del agua (fotos). Nada que ver con la actividad que por allí realizaban los buscadores de oro y que tan bien describe Javier Reverte en "El río de la luz".
De vuelta a mirar ropita de montaña, jerseys de lana de bisonte y a comer una hamburguesa del mismísimo animal en el saloon. El Ms esperando allí mismo, al final del paseo principal. Que lujo!
Viramos toda a babor y rumbo al sur dejando atrás la más septentrional de nuestras escalas para desandar el canal de Lynn y adentrarnos en Glaciar Bay.
Las tranquilas aguas moteadas de icebergs, el aire limpio y frío, los glaciares(no se cuantos... pero casi 20), deshaciéndose en el mar, las montañas cubiertas de árboles, los osos grizzly comiendo en las orillas, las focas y las ballenas... Ojalá algún día pueda volver! (fotos)
Marchamos ya definitivamente hacia el sur, hasta Ketchingan (fotos). El día nos resultó provechoso porque después de vistar Creek Stret con su arroyo lleno de salmones, sus casas de colores y sus tiendas nos embarcamos en un hidroavión para realizar montones de piruetas en el cielo que cubre la zona de  Misty Fiord  (fotos) y amerizar en las, para nosotros, siempre tranquilas aguas del océano. Allí, todos de pie en uno de los dos exiguos flotadores en el que, a duras penas, cabíamos los 5 pasajeros y el piloto, encajonados en canales naturales, entre grandes paredes de roca chorreada de cascadas blancas, envueltos en jirones de niebla, sin frío, mirando las oscuras aguas y sintiendo la humedad en la cara nos quedamos un ratito para disfrutar de la calma de una naturaleza salvaje antes de volver a despegar y volver a sobrevolar bosques y más bosques y lagos entre montañas y sin ganas de que se acabara nos llegó la hora de bajar. (Vídeos despegue y amerizaje Track)
Para subir al barco! que nos bajamos de un cacharro para subirnos en otro!





Estamos ya en la última etapa del viaje. Ahora toca despedirse del crucero y pensar en el avión que estamos muy lejos de España. Hay que volver a Vancuver, volar hasta Toronto y seguir a Madrid.
Una vez allí "cada mochuela a su olivo", olivos de Soria, San Fernando y Madrid.
Cuando juntas otra vez?

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1 comentario:

Elena Baños dijo...

¡Qué maravilla de viaje!

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